La vida en el hospital es una lenta e implacable rutina. Cada unidad tiene sus horarios y pautas que, más o menos rígidas, dan continuidad a la actividad. Un constante ir y venir de profesionales forman parte de ella, como una orquesta que cada día interpreta un concierto sin partitura, casi de memoria. Las sesiones clínicas, las intervenciones programadas, la hora de la medicación, la limpieza y el aseo, el reparto de las dietas…
Como formando parte de un ciclo natural, la Navidad suaviza esta monotonía e intercala sus propias tradiciones entre las rigideces hospitalarias. De las paredes cuelgan guirnaldas y surgen abetos en pasillos y salas de espera. Como si de la prolongación de nuestro salón de casa se tratara, luces incluidas, el hospital muda su imagen fría por otra más amable y cercana.
El área de partos en el Hospital Álvaro Cunqueiro no es inmune a esta transformación y también engalana sus instalaciones. En la fachada principal, junto a la puerta que cruzan con incertidumbre las embarazadas y que atraviesan después, sonrientes y felices, con sus recién nacidos, hay un gran árbol que a los ojos del visitante aparece como un adorno más. Si nos acercamos a él, descubriremos que es especial, porque está en continua elaboración, sutilmente distinto cada día.
A modo de hoja, cada recién nacido toma forma de estrella y se inserta (con fecha, hora y nombre) en él, creando una frondosidad multicolor, una alegoría al árbol de la vida.
Repasando los nacimientos registrados en la última década, en el desaparecido hospital Xeral, en 2010, se superaron holgadamente los 4.500. En este 2020 van a superar por poco los 3.200. El árbol tiene cada vez menos estrellas.
Hemos iniciado una espiral descendente que no parece tener fin, y los estímulos lanzados por el gobierno autonómico como la tarxeta benvida –en 2016– o la más reciente bonificación de los gastos de la educación infantil a partir del segundo hijo –propuesta en 2020–, muestran por ahora resultados insuficientes.
En unos días veremos en los medios de comunicación otra imagen del imaginario colectivo navideño, el primer nacimiento del año, con las anécdotas del evento y la foto de los felices papás.
Con toda probabilidad, en el Álvaro Cunqueiro esta imagen se producirá el 1 de Enero. En la mayor maternidad de Galicia es tan anecdótico un día sin nacimientos, que este hecho en sí mismo constituye una noticia, al menos por ahora. ¿Llegará el momento en que los días sin nacimientos no serán ya noticia?
Las consecuencias económicas y sociales que se avecinan, en materias como pensiones o gasto sanitario, entre otras muchas, presagian un negro panorama y ponen en serio riesgo nuestro preciado “estado del bienestar”. El lector encontrará abundante bibliografía al respecto.
En la novela Fuxir de proxeria, Manuel Blanco dibuja una sociedad imaginaria envejecida, con un índice de natalidad tan disminuido que los valores y las normas de vida y gobierno están guiados por el control del bien más escaso: los jóvenes. ¿Se hará realidad este escenario novelado?
No nos quedemos sólo con el primer nacimiento de cada año. Debemos exigirnos como sociedad que los estamentos responsables lleven a cabo el análisis continuo y transversal de las causas que subyacen en esta disminución de la natalidad, un análisis rápido y certero, con acuerdos, propuestas y soluciones. No dejemos para mañana una cuestión trascendente como esta, porque cada vez estamos menos a tiempo de invertir esta curva y minimizar sus consecuencias. Sumemos mas estrellas al árbol.