Por fin tenemos nuevo Gobierno, el primero en coalición desde la II República y este ya ha anunciado su intención de aprobar nuevos presupuestos, los vigentes son de la época de Mariano Rajoy y de que además, los mencionados presupuestos tengan un fuerte componente social.
El primer problema al que se enfrentan los deseos del actual Gobierno es de tipo político. Dado que no tiene mayoría en el parlamento, tendrá que acordarlos con otros grupos políticos, por lo tanto y para que salgan adelante, no sólo habrá que tener en cuenta sus intenciones, sino también lo que le pidan el resto de partidos.
En el plano económico, que a fin de cuentas es de lo que voy a hablar, los problemas son si cabe mayores. A fecha de hoy, el Gobierno ya ha aprobado la revalorización de las pensiones y del sueldo de los funcionarios. A esto hay que añadirle sus promesas de revertir los recortes sociales efectuados por gobiernos anteriores, especialmente en sanidad y educación, un paquete de inversiones a lo largo y ancho del país que contente a todos los grupos que apoyaron su investidura, la extensión de la educación gratuíta infantil de los 0 a los 3 años y un ajuste en las cuentas públicas de 8.000 millones de euros, que ya está acordado con Bruselas. En total, un aumento del gasto público de unos 30.000 millones de euros y cuya factura, según el sr Sánchez, sólo pagarán los más ricos.
Por el lado de los ingresos, se ha anunciado la creación de un impuesto a la banca, la instauración de un tipo mínimo de tributación en el impuesto de sociedades, el aumento del IRPF a las rentas superiores a 130.000 euros y la puesta en marcha de las conocidas como Tasa Tobin y Tasa Google. En el mejor de los casos, unos 5.000 millones de euros, que pasaré a analizar de manera más detallada.
El aumento del IRPF para las rentas superiores a los 130.000 euros, no pasa de ser un mero brindis al sol, destinado a contentar a las bases de los dos grupos políticos que sustentan la coalición de Gobierno. Por desgracia en España hay poca gente que gane más de 130.000 euros y los que ganan esa cifra y tributan vía IRPF, casi se pueden contar con los dedos de una mano, por lo que el impacto recaudatorio de esta medida, será prácticamente nulo.
El impuesto a la banca para recuperar los 60.000 millones de dinero público con los que se les salvo de la quiebra hace una década, también suena muy bien. El problema aquí radica en saber que medidas piensa tomar el Gobierno, para evitar que la banca repercuta ese coste a sus clientes y que por lo tanto, que el impuesto lo acaben pagando los ciudadanos en forma de comisiones e intereses.
En lo que respecta al tipo mínimo de tributación en el impuesto de sociedades, me remito a lo que ya escribí en el artículo sobre las pensiones. Dado que en la UE hay libre circulación de mercancias, trabajadores y capitales, pero no una armonización fiscal entre los países que la componen, resulta muy difícil evitar que las empresas y los grandes patrimonios se sitúen en aquellos lugares con una menor tributación (Luxemburgo, Holanda, Irlanda, etc) y por lo tanto puedan eludir el pago de impuestos.
Por último nos quedan las dos estrellas, la tasa Tobin sobre las transacciones financieras y la tasa Google a las empresas tecnológicas. Soy un firme partidario de ambas. El problema es que son lo que podríamos llamar impuestos Ferrari. Igual que los mencionados coches funcionan muy bien en autopistas y autovias ( Lease espacios económicos amplios como China, USA, o la propia UE) pero es más dudoso que puedan funcionar en un mercado reducido como el español. En este caso, lo más probable es que los operadores financieros y las empresas tecnológicas repercutan la tasa sobre sus clientes o trasladen sus operaciones a un país en el que no exista el mencionado impuesto. Eso por no hablar de las represalias comerciales con las que ya ha amenazado Estados Unidos, en caso de que la tasa Google se imponga de forma unilateral.
Resumiendo, que aunque la letra y la música de los futuros presupuestos suena muy bien, para desgracia del sr Sánchez y sus ministros los números suelen ser muy tercos y dado que entre los ingresos y los gastos hay una diferencia de 25.000 millones, el actual Gobierno se enfrenta a 3 problemas.
El primero se llama Bruselas. Esta por ver que la Comisión Europea acepte estos números y si no lo hace, como parece lo más posible, obligará a España a corregirlos, para lo cual existen dos maneras y ahí es donde entran los problemas dos y tres.
La primera forma es por el lado de los ingresos. Una manera de equilibrar gastos e ingresos, pasaría por una subida generalizada de impuestos que afectase a todo el mundo y no sólo a las clases más altas. El problema es que el Gobierno prometió que eso no sucedería y la pregunta del millón es si está dispuesto a incumplir su palabra y a asumir el coste político derivado de una medida tan impopular.
La segunda pasa por el lado del gasto y es tan simple como asumir que muchas de las promesas que se han hecho, no se podrán cumplir. El problema aquí radica en que hubo diversos grupos políticos que apoyaron la investidura, a cambio de promesas de inversión en sus respectivos territorios. ¿Estarán esos grupos dispuestos a continuar apoyando al Gobierno, si este no puede cumplir esas promesas?
No soy alguien especialmente monárquico, pero creo que la mejor forma de terminar este pequeño artículo sobre los futuros presupuestos es con la frase que Felipe VI le dijo a Pedro Sánchez en su toma de posesión: “Ha sido rápido, simple y sin dolor. El dolor viene después”.