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Sábado, 20 de Abril de 2024
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    Tranquila, solo va a nacer tu hijo

    La tecnología nos permite realizar cosas impensables hace unos años. Los avances en disciplinas emergentes (robótica, bioinformática, telecomunicaciones…) hacen nuestra vida más fácil a costa de que dejemos de pensar, trabajar, relacionarnos y esforzarnos física y mentalmente.

    La atención prenatal ha sufrido también esta revolución. El desarrollo de la ecografía obstétrica ha permitido a los/as obstetras llevar a cabo un estrecho seguimiento del desarrollo de las distintas estructuras fetales en el útero, así como de las características de la placenta, el cordón umbilical, el líquido amniótico…La obstetricia ha mejorado el conocimiento de la fisiopatología fetal, implementando métodos de control del bienestar fetal intraparto.

    En nuestro medio, durante el parto en los hospitales, es frecuente que una gestante porte un catéter venoso periférico (para hidratación, extracción de analíticas o administración de medicación), un pulsioxímetro que identifique su pulso y la saturación de oxígeno, un dispositivo externo que monitoriza la frecuencia cardiaca fetal y la actividad uterina y, en caso de usar analgesia epidural, un catéter colocado en la zona lumbar acoplado a una bomba de infusión continua de medicación y un tensiómetro que mida la presión arterial. Como vemos, un proceso natural, como es el del nacimiento, en el medio hospitalario está fuertemente marcado por el uso de aparatos y dispositivos interpretados, por el momento, por personas (obstetras y matronas) que han interiorizado su uso como algo rutinario y normal.

    Hace unos meses llegó una gestante a urgencias del Hospital Álvaro Cunqueiro. Era su tercer embarazo, había roto la bolsa de líquido amniótico, empezaba a tener contracciones regulares y dolorosas y estaba con 4 cm de dilatación. Informada de todo, la embarazada dijo que no quería usar la epidural, y que prefería esperar si era posible.

    Todo estaba bien, así que le colocamos el monitor fetal para comprobar la frecuencia cardiaca de pie, para permitir que pudiera moverse, en compañía de su marido (que le daba masajes en la zona lumbar).

    A los pocos minutos, la sensación de dolor se intensificó. Estaba en dilatación completa.

    A pesar de todo, estaba tranquila, así que decidimos recorrer el corto trayecto desde urgencias hasta la sala de partos caminando. Llegamos hasta la mitad y tuvimos que parar, no podía seguir. El bebé iba a nacer en ese lugar, sin monitor, sin tensiómetro, sin epidural…sin aparato. Desde su llegada a urgencias hasta esta parada en el pasillo no transcurrió más de media hora, la evolución fue rápida.

    Recuerdo, de fondo, un “desfile” de personas alrededor de la escena, corriendo, gritando mensajes que no recuerdo y pidiendo material de forma atropellada, con la sensación de que precisaríamos muchos más elementos de los que disponíamos allí.

    Ante ese alboroto, la embarazada, con tono de preocupación nos preguntó:

    —¿ Que ocurre, algo va mal?

    —No, solo va a nacer tu hijo —le respondimos— pero de una forma tan natural y poco intervenida que ya no estamos habituados.

    Y así, de pie en mitad de un pasillo, nació este bebé sin dispositivos de “control” más allá de nuestras manos y nuestras palabras, guiados por la experiencia y el conocimiento adquiridos con el paso de los años. Porque antes de saber usar los aparatos técnicos y las bombas de medicación debemos saber explorar, valorar, mirar y escuchar. Ninguna máquina puede suplir una intuición, una mirada, un mensaje o una sensación. Esto es patrimonio de las personas. Mucho hemos echado en falta este contacto cercano cuando estos meses atrás pedíamos cita con nuestro medico/a de familia, y lo que obteníamos era una valoración telefónica. Esto, que es clave en las ciencias de la salud para formar profesionales cualificados, tenemos que aplicarlo a todos los ámbitos de nuestra vida.

    Debemos ejercitar más nuestros sentidos, nuestro cerebro y nuestro cuerpo. Debemos aprender a hacer las cosas desde la base, para aplicar después toda la tecnología que sea necesaria –sin malgastar recursos innecesarios–, y no al revés, como nos está ocurriendo.

    Los medios técnicos nos hacen la vida más fácil, pero depender de ellos para todo es peligroso, porque acabaremos por no saber realizar actividades básicas, sencillas, necesarias y cotidianas.

    Podemos usar la calculadora, pero aprendiendo antes a hacer las operaciones básicas. Podemos usar el navegador, pero probando antes nuestra orientación y preguntando a los peatones (así de paso interactuamos) dónde queda la calle que estamos buscando. Podemos usar el teléfono, pero memorizando los números de los contactos importantes…

    De forma sigilosa nos estamos convirtiendo en esclavos tecnológicos, cediendo terreno al control de máquinas y ordenadores. Me da miedo pensar que en cuanto nos quedamos sin cobertura o se acaba la batería, se nos acaban los recursos.