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Martes, 19 de Marzo de 2024
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    Saliente de guardia

    El volumen de la canción y un discreto codazo de mi mujer me devolvieron a la realidad. El homenajeado sonreía frente a las velas encendidas de la tarta y los invitados entonaban el cumpleaños feliz’. Yo tenía la mirada perdida pero, tras el aviso, me incorporé a las últimas notas y al aplauso final.

    Sábado, 10 de la mañana. Llegaba a casa tras la guardia de viernes noche. Las niñas ya estaban despiertas y se me planteaba el dilema de invertir unos minutos en charlar y jugar con ellas o ir a dormir.

    Dos mazazos sordos acertaron en mi mente en forma de buenos días. Eran las 12 y la cita para el cumpleaños estaba fijada para las 13 horas. Me había quedado dormido en el sofá. Media hora más tarde estábamos bajando al garaje en el ascensor mientras mi hija pequeña me ensañaba sus uñas recién pintadas y la mayor me advertía de que había una mancha en mi pantalón.

    Si trabajas de noche o a turnos eres un inadaptado social. El fin de semana está reservado para las celebraciones, encuentros, actividades y saraos varios. Ya hay muchos sábados y domingos que trabajas durante el día y no puedes asistir a nada así que, estar saliente de noche, para la sociedad, cuenta como día libre. Ya te adaptarás tú.

    Había que darse prisa. Inflar globos, decorar, disponer mesas y sillas… Yo interpretaba a cámara lenta una desordenada coreografía, de un lado a otro, tratando de llegar a todas las actividades sin mucho acierto. No puede ser, pensé, me empezaba a doler la cabeza.

    Los invitados llegaban y yo iba haciendo de tripas corazón para mostrar simpatía.

    Son diversos los estudios y artículos que muestran una estrecha relación entre el trabajo a turnos, especialmente cuando estos suponen interrumpir el ritmo circadiano, y los efectos nocivos sobre la salud. La falta de sueño provoca alteraciones cognitivas, metabólicas, psíquicas e inmunológicas e incrementa el riesgo de aparición de diferentes tumores (el trabajo nocturno acabará catalogándose como carcinogéno humano). Por tanto, los trabajadores que alteran el ritmo circadiano de forma continuada deberían tener un mayor nivel de protección y vigilancia de su salud, con campañas específicas de prevención, promoción y detección precoz.

    Silencio, se acercan, van a entrar. El cumpleañero quedó boquiabierto al acceder al jardín y ver el despliegue que había preparado. La entrada me pilló preguntando si alguien tenía un analgésico.

    Una dilatada comida, y una más dilatada sobremesa hicieron que mi dolor de cabeza fuera en aumento. In extremis, en un bolso de mujer alguien encontró un analgésico efervescente. Al ir a abrirlo me percaté de que estaba caducado.

    Pero además la política sanitaria de nuestro querido ministerio, a tenor de la información disponible, debería tomar nota y ponerse a trabajar muy seriamente en ello. ¿Cómo?

    Se me ocurren diversas iniciativas encaminadas a reducir la nocturnidad conforme se van cumpliendo años, a facilitar el paso a turnos diurnos, a programar una jubilación anticipada en función de los años de exposición a este factor estresante… con el objetivo de reducir los efectos nocivos que el desempeño de su actividad ha producido en su organismo (ya conocemos los planes para prolongar la edad de retiro de todos los trabajadores).

    De vuelta a casa, en el coche, mi mujer me dijo que tenía cara de cansado. Que había estado algo apagado en la celebración. Yo iba pensando en que el inventor del bautizado como “turno antiestrés” –la cadencia de 2 mañanas, 2 tardes, una noche y vuelta a empezar– bien merecía un un reconocimiento por poner ese nombre que es, en sí mismo, una contradicción.

    Llegamos a casa. Hay que acostar a las niñas.

    Qué tal tu dolor de cabeza, ¿mejor?

    Más o menos igual, al final va a ser cierto que la medicación caducada no hace su efecto.

    Silencio. Otra vez un mazazo en mi mente en forma de melodía del teléfono. Las 7 a.m., me quedé dormido con mi hija. Ya no me duele la cabeza. ¡Arriba! me digo, hoy entro a las 8 de mañana y ya llego justo. ¡Bendito turno “antiestrés”!