Todo comenzó hace muchos, muchos años, cuando Caracola aun vivía feliz, en el fondo del mar. De todas las princesas marinas que habitaban en las profundidades, ella era la más querida y la preferida de Océano, el Señor de todos los mares, y como tal, poseía todo aquello que pudiera desear
La pandemia que hemos sufrido en estos últimos meses y que ha afectado a la totalidad del planeta, ha cambiado nuestras vidas y nos ha obligado a modificar nuestros comportamientos sociales, culturales y económicos, seguramente para siempre. Ante este hecho, los gobiernos se han visto obligados a actuar y a tomar una serie de medidas, que se han centrado en tres ejes: La paralización de la economía por decreto-ley, la concesión de ayudas y subsidios para paliar los efectos de semejante desastre y la limitación de libertades y derechos individuales, especialmente el de reunión y el de libre circulación.
Hace muchos, muchos años, cuatro magos orientales descubrieron en el firmamento una estrella nueva, cuya luz destacaba, entre todas las que la rodeaban. Era la señal que durante tanto tiempo, habían estado esperando. Por fin, el tiempo se había cumplido y el tercero de los Mesías, que según ellos, debía inclinar el combate a favor de las fuerzas del Bien, ya se encontraba de camino.
El reloj de plata maciza que descansa encima del aparador de caoba maciza, dió las doce de la noche. La luz de la luna se filtra a través de las cortinas, envolviendo la habitación en una suave penumbra, que permite distinguir el movimiento de las siluetas. En ese momento, ella comenzó a bajarse la cremallera del vestido, lentamente, muy lentamente, mientras su cuello y con él, su ondulada melena rubia, se movían al ritmo de Bell bottom blues.
En febrero de este año, escribí en este mismo periódico, un artículo sobre el proyecto del actual gobierno, de elaborar unos nuevos presupuestos, con un marcado acento social; los vigentes son de la era Montoro. Entonces me centré en los problemas que podía acarrear, un incremento del gasto público cierto, basado en una previsión de ingresos, que como mínimo, podía calificarse de excesivamente optimista y muy poco fiable. Hoy nada de eso tiene el menor valor.
Apoyado en la barandilla, apartó durante un instante su atención, de la estación de ferrocarril que tenía justo debajo de él y recorrió con la mirada, la vista que le ofrecía la bahía de la ciudad. Resultaba sencillamente magnífica.
En los últimos 12 años hemos visto tambalearse nuestro sistema económico en dos ocasiones. La primera fué en 2008 con la crisis bancaria y financiera. La segunda es ahora, en 2020, con una pandemia universal cuyas consecuencias económicas y sociales aun estamos lejos de poder valorar, pero que posiblemente sean bastante más graves que las de 2008 y la de 1929.
Mi nombre no tiene importancia. Lo único que tienen que saber ustedes es que soy un chico normal y corriente; ni muy alto, ni muy bajo; ni muy guapo, ni muy feo. Uno de esos chicos de 18 años, que caminan a millones por las calles de la ciudad, con un móvil, unos vaqueros rotos y una sudadera con capucha; uno más del montón, excepto por dos pequeños detalles, que son el miedo a la oscuridad y a los payasos.
Por fin tenemos nuevo Gobierno, el primero en coalición desde la II República y este ya ha anunciado su intención de aprobar nuevos presupuestos, los vigentes son de la época de Mariano Rajoy y de que además, los mencionados presupuestos tengan un fuerte componente social.
Vivimos en el tiempo de la desolación y la muerte, Alexis, por eso hay que aprovechar hasta el límite, los pocos resquicios de vida que aun nos dejan. Eso y la esperanza tienen que ser el pan nuestro de cada día. Si, ya sé que podrías decir que la esperanza no se come, aunque si que sea lo último que se pierde. Y no te faltaría razón, si pudieras decirlo, Alexis, hijo mío.
Mi nombre no tiene demasiada importancia. Lo único que tienen que saber ustedes es que nací en un pequeño país; un paisito de esos que apenas si ocupan espacio en el globo terraqueo y que carecen de toda relevancia internacional. En definitiva, un insignificante rectángulo rodeado de agua por todas partes, excepto por el norte, que es donde están las montañas y las estaciones de esquí.
Acabamos de celebrar las cuartas elecciones en 4 años. Durante los últimos meses hemos visto a dirigentes de uno y otro signo recorrer el país de un extremo a otro y enumerar las más variadas promesas sobre economía, empleo, impuestos, educación, igualdad, ecología y un largo etcétera. Y siento decirlo así de claro, pero es perfectamente comprensible la desconfianza generalizada que existe hacia nuestros representantes públicos.
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