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Venres, 29 de Marzo de 2024
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    ¿Qué hacemos con la segunda dosis de los que no deberían haber recibido (aún) la primera?

    Como apuntaba en el último POST, la planificación de la campaña de vacunación se iba a convertir en la piedra angular de todo el proceso de inmunización. El Sergas, como el conjunto de servicios sanitarios del país, ha realizado un enorme esfuerzo (material y humano) para poner en marcha la infraestructura y logística precisas para comenzar a poner las dosis siguiendo el plan acordado. Galicia había incluido la reserva de un “stock” que asegurase, en cierta medida, la provisión de la 2ª dosis necesaria para una respuesta inmune adecuada.

    A pesar de que algunos sectores eran críticos al comienzo, y abogaban porque se administraran todas las dosis recibidas, esta estrategia se ha ido adivinando, a la vista de incidencias varias, acertada. Ha bastado sólo un mes, el primero, para que hayan aparecido las primeras tensiones entre los fabricantes, los laboratorios farmacéuticos, y los compradores, en nuestro caso, la unión europea. El trasfondo es tan opaco que muy probablemente nunca conozcamos los entresijos de las negociaciones, contratos, importes y plazos de distribución acordados por ambas partes. El caso es que, como digo, a las primeras de cambio han surgido los primeros retrasos e incumplimientos en el número acordado de dosis.

    En la parte positiva debemos destacar, por un lado, la aprobación de más vacunas de otros tantos laboratorios y por otro, la creciente cifra de vacunados en todo el mundo (lo que amplía la base de resultados de ensayos clínicos aún en marcha). Estas nuevas vacunas, junto al tirón de orejas de la comisión europea a los laboratorios que han dispensado las primeras dosis, hacen pensar que en breve espacio de tiempo, llegarán definitivamente las dosis que nuestro país requiere para cumplir el ambicioso objetivo del gobierno central.

    Las promesas políticas tienen una parte de verdad, o al menos de creencia, y otra de deseo. Si pensamos en las promesas de las fechas de llegada del AVE a Galicia, estaríamos vacunados dentro de una década, o dos, pero en este objetivo está en juego algo mucho más importante que el dinero (que también) y la paciencia, nos jugamos vidas. Así que en verano, con la flexibilidad de que sea al comienzo o a finales del mismo, espero que en efecto el 70% de la población haya recibido las dosis pertinentes de la vacuna frente al covid-19. La tarea es ambiciosa, pero ser optimista es gratis, y si algo me ha enseñado esta crisis sanitaria es que se vive mejor siendo optimista.

    Con el avance de la campaña de vacunación, hemos ido conociendo también algunas irregularidades. Digo irregularidades porque la estrategia de vacunación define claramente los grupos prioritarios que, por orden, deben ir recibiendo las vacunas. El caso es que, bien aprovechando su posición de poder o autoridad, bien aprovechando sus contactos o relaciones, o bien por aparecer en un listado determinado, algunas dosis han ido a parar a personas que no aparecían en esos grupos de alta prioridad, por más que muchos de ellos/ellas se empeñaran en justificar que sí.

    Lo más vergonzante, a mi juicio, ha sido la vacunación de múltiples autoridades (alcaldes, consejeros, obispos, fiscales, sindicalistas…) a lo largo y ancho de España. Su conducta no tiene justificación, no se puede sostener, no tiene coartada posible.

    En otro nivel, están aquellos profesionales que, sabiendo que no tenían directamente trato o asistencia con pacientes (personal de gestión, informática, suministros, etc), han aparecido en los listados de vacunación por trabajar en centros sanitarios. Creo que en este caso, cualquiera habría hecho lo mismo, acudir a la cita y vacunarse.

    El caso es que ahora surge una controversia, de difícil abordaje y compleja respuesta: qué hacemos con la segunda dosis de los que no deberían haber recibido (aún) la primera

    Hace unos días, en el hospital, estuve al cuidado de un paciente Covid-19+, la primera vez tras la aprobación de las vacunas. Mientras me colocaba los guantes, la bata, el gorro, las gafas… iba repitiéndome: “qué pena que aún no haya recibido ninguna dosis”.

    Porque aunque el nivel de protección tendría que ser el mismo, mi riesgo de contagio habría disminuido, incluso habiendo recibido una primera dosis. Al concluir la guardia, mientras conducía, pensaba en los miles de sanitarios que no han recibido dosis alguna, y que desarrollan su labor en servicios sensibles como urgencias, reanimación, quirófano o las áreas de hospitalización covid+.

    El caso es que vamos a presenciar como aquellos/aquellas que no debían tener puesta aún la primera dosis, atendiendo al nivel de riesgo y exposición que se ha establecido en la estrategia vacunal del Ministerio de Sanidad, van a quedar inmunizados en los próximos días, tal vez semanas, mientras que muchos profesionales con responsabilidad asistencial, a la espera, irán contagiándose en este tiempo.

    Yo creo que esta anomalía, por ponerle algún nombre, bien merece ser revisada y tomar una determinación sobre qué hacer. ¿Acabamos de inmunizar a todos estos “casos irregulares” y retrasamos las primeras dosis al personal más sensible? ¿La versión de Fernando Simón, la de que retrasar la segunda dosis sería cometer dos errores es la única y definitiva? Que cada uno/una reflexione y extraiga su conclusión. Yo tengo la mía propia.